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miércoles, 27 de mayo de 2020

Sentimientos, Emociones y emocionalidad ©



Por sentimientos vamos a comprender a aquellas variantes de la experiencia que devienen del dolor o del placer; al igual que las emociones están muy relacionados. Los sentimientos se despliegan a través del tacto, del olor, o cuando miramos una obra de arte, o escuchamos aquella música que puede remitirnos a algún lugar recordado por nuestra mente; los sentimientos constituyen una vivencia específica producida por una percepción. A su vez, la percepción es el mecanismo a través del cual comprendemos; se vale de tres momentos: la observación; los recuerdos sensibles y las interpretaciones que hacemos. Estos tres momentos se enlazan con las emociones para dar lugar así a la respuesta que se hará visible a partir de los actos. Podemos colegir que las emociones irán a influir en la interpretación que hacemos de un hecho; acto o situaciones que nos toca vivir; pues construimos la realidad que vivimos influidos por nuestras emociones.
En general en esta sociedad modernizada hemos tratado de modo bastante displicente a los sentimientos y emociones; culturalmente, emociones y sentimientos han sido signados a ser reprimidos; no dichos, ocultados; pues han sido asociados a algún tipo de debilidad de carácter; baste recordar que hasta no hace mucho en algunos países los modelos culturales signaban a las manifestaciones emocionales o sentimentales como una forma inadecuada de comportamiento. En la actualidad, esto ha cambiado, las nuevas generaciones muestra una frescura y desenfado para decir lo que sienten; pero aun así persiste aquello del ocultar; por miedo al rechazo, por miedo al sí; por miedo en general. Entonces abordamos nuestros sentimientos valiéndonos de pastillas, estimulantes, religiones, ejercicios físicos, intelectualizaciones y todo aquello que creemos puede ayudarnos a soportar la insoportable tarea de reconocer aquello que nos pasa mas allá de nosotros mismos.
Muchas veces nos encontramos diciendo "no sé cómo expresar lo que siento" y es una gran verdad. Aunque no es porque nos falten palabras, sino porque falta internalizar el sentimiento como algo funcional que responde a objetos y acontecimientos que los preceden y dejarlo expresar sin censuras, sin importar el después. Somos seres cuya finitud nos preocupa sobremanera, aunque de modo callado; se ponen en marcha una red de mecanismos para interpretar esos sentimientos; pero la interpretación de los sentimientos se vivencia cómo un retorno de lo reprimido; y es en esa interpretación que tiene un rol importante los pensamientos. Estos a su vez desencadenan emociones, levemente diferentes de los sentimientos. 

Las emociones poseen una fuerza arrolladora que tiene como resultado una respuesta emocional intensa que se  expresa fisiológicamente; gestualmente o verbalizando. El poder de una emocionalidad intensa es tal que la única manera de transitarla es desde la comprensión y reconocimiento de nosotros mismos, apelando a una emocionalidad positiva más intensa que pueda suplirla. Reaccionar y sentir de forma más apropiada y por tanto actuar de manera más eficaz para lograr las metas que nos hemos propuesto. Lo que se tiende es a lograr el control de uno mismo.
Lic. Cristina de la Vega, Psicoanalista MN 65887 – Lic. Ciencias de la Comunicación; Especialista en Inteligencia Emocional; Liderazgo y Comunicación. 
www.psicologacristinadelavega.com                                   psicologacristinadelavega@gmail.com

martes, 26 de mayo de 2020

LIDERAZGO EN EL ROL DE PADRES ©

Lic. Cristina de la Vega*

 Ser padres en el contexto socio-politico-economico actual resulta una tarea compleja, y que al igual que la carrera profesional debe ser pensada y reconfigurada adaptando y re-adaptando acorde a los tiempos que nos tocan. Factor importante a tener en cuenta es que los niños del nuevo milenio demandan un nuevo modelo de relación padre-hijo.

Ser padres es ser líder; ahora bien, ¿Qué tipo de lider?, que tipo de liderazgo puedo ejercer? Sabiendo que liderazgo implica influir en otras personas para el logro de resultados y objetivos comunes.  Si bien este es un concepto aplicado al management; en la actualidad y teniendo en consideración que los modelos familiares han cambiado; resulta perfectamente aplicable al rol parental.

Se reconocen tres modelos de liderazgos: lider autoritario; lider desarrollador y el lider de laisse fair (dejar hacer). Ahora, que tipo de liderazgo necesitan nuestros hijos?; claramente un líder desarrollador, que no limite el crecimiento, que conservan la estabilidad y consiguen el equilibrio.  Hay una relación de inspiración entre el líder y los seguidores; entre los padres y los hijos; para ello debemos conocer y reconocer las habilidades de los niños; reconocer la posibilidad de colisiones entre los individuos que conforman el grupo familiar; establecer un modelo comunicacional positivo; y tener claro que el objetivo esencial es que el niño sea feliz, sin poner por delante nuestros deseos no satisfechos o nuestra frustraciones de adultos.

El primer paso como líder desarrollador es comprender y aceptar que el niño es un sujeto independiente, que toma sus propias decisiones y que la función de líder parental será brindarle las herramientas y el conocimiento para que esas decisiones sean las adecuadas a los objetivos que el niño se plantee.  Guiar no es lo mismo que conducir; los niños del nuevo milenio requieren de un liderazgo motivador, desarrollador; que ofrezca la oportunidad de confrontar desafíos y generar el sentimiento de compromiso a partir de la construcción de un equípo: el equipo familiar, para el logro del objetivo: ser felices, individualmente y grupal.

Un líder parental desarrollador tiene como principal recurso la escucha empática; es decir la comunicación familiar positiva y ello requiere estar disponible siempre y en cualquier lugar; comprendiendo cada etapa del niño, ajustando la comunicación y el modelo comunicacional al momento del niño, su edad e intereses.  Hablar o pretender hablar con un adolescente es el mayor desafío de un líder desarrollador.  Escuchar empáticamente significa ir a la conversación sin prejuicios; sin calificar con opiniones y creencias personales, aquello que los adolescentes o niños experimentan.  También implica descentrarnos, abandonar nuestro narcisismo.  

Si el padre o la madre desarrollan un liderazgo autoritario, difícilmente los hijos recurran en busca de ayuda a su problemática. Al igual ocurre con el liderazgo laissez faire donde se deja hacer y se deja pasar; y en ello la señal que enviamos como meta lenguaje es que no estamos interesados, que no estamos comprometidos; que vamos por un modelo erroneamente pensado como “libre”. Cualesquiera de estos dos modelos no suelen ser los más adecuados a la hora de pensar en la educación de un niño.

La relación entre padres e hijos desde la filosofía del compromiso significa que cada uno asuma la responsabilidad de mejorar los procesos de desarrollo y transformación de los hijos. Para ello se requiere de un plán basado en objetivos realistas; dejando de lado las ambiciones y frustraciones que como adultos hemos construido; dejando de lado el hambre de reconocimiento y que en la mayoría de los casos se pretende subsanar a través de los hijos, como si estos fuesen redentores de nuestros resultados no satisfactorios.  Los padres y madres que ejercen un liderazgo desarrollador, aceptan la idea de que sus hijos iran a conformar una masa crítica; y así afianzar relaciones recírpocas y que  posean una alta valoración del optimismo; buscando aplicar el concepto de ganar-ganar como método para la resolución de conflictos.

Un liderazgo desarrollador buscará guiar al niño para comprender y aplicar la rueda del aprendizaje; como la base para obtener los mejores resultados. Acción-reflexión-conexión-decisión: mas reflexión traerá consigo una mejor conexión para la toma de decisión que llevará a una acción positiva en cualquiera de los campos donde esto se aplique. Será la diferencia entre el éxito y el fracaso del sujeto en un futuro próximo. Por otra parte, la disciplina exitosa, de la cual se habla hoy en los diferentes ámbitos; no trae resultados per sé. El concepto de disciplina viene del latín y significa discípulo; pero también está muy conectada al concepto de dominación; domeñar el espíritu de alguien, transformar su naturaleza humana. La idea de disciplina se plantea hacia afuera, desde quién la ejerce a quien la soporta. Se pretende imponer reglas y normas de comportamiento que no siempre nosotros mismos podemos cumplirlas en nuestro cotidiano. Entonces se produce una contradicción importante entre lo que exijo y lo que hago “cuando no me ven”; ahora bien, puedo pedir o pretender que mi hijo haga algo que yo mismo no puedo hacer?. A veces exigimos a nuestros hijos, por ejemplo, que no nos contesten mal, pero ellos mismo nos ven responder mal a nuestras parejas, a nuestros viejos, a los vecinos; o en una conversación descalificar a personas vinculadas a nosotros.

Ahí es donde se ha comenzado a perder el liderazgo; ahí es donde se ha perdido la autoridad moral y el modelo de liderazgo cambia hacia un líder autoritario o a un lider que deja hacer. Caen nuestras espectativas en relación a los hijos; a los resultados obtenidos y por ende como sociedad hemos perdido una oportunidad enorme de transformarnos en mejores personas, mejores líderes, mejores en aquello que libremente elegimos hacer y que nos brinda la oportunidad de ser sujetos felices.

  • Lic. Cristina de la Vega, Psicoanalista MN 65887 – Lic. Ciencias de la Comunicación; Especialista en Inteligencia Emocional; Liderazgo y Comunicación. 

  • www.psicologacristinadelavega.com


LA SALUD EMOCIONAL EN TIEMPOS DE CUARENTENA©


Lic. Cristina de la Vega


Claramente la situación global del Covid 19 ha llevado a todos a replantearnos varias áreas de nuestra vida. Seguramente nada volverá a ser como antes.  Queda entonces claro que lo que llamamos normalidad, es una construcción que el ser humano necesita para resistir a la incertidumbre. Nada fue igual después de las torres gemelas, cambio y luego normalizado nos acostumbramos a ello. Ahora seguramente luego del Covid 19 ocurrirá algo similar, es condición humana, normalizar sus comportamientos.

Algo que en muchos países era del terreno de las empresas más innovadora, que sus empleados trabajaran desde sus hogares, hoy es casi una conducta naturalizada. Tendremos que plantearnos no solamente aquello vinculado a lo laboral sino también al espacio familiar.
Este tiempo de convivencia familiar obligatoria, de 24 horas, durante más de 50 días y con proyección a una temporada más grande, nos impone pensar y replantear nuestro modelo de convivencia familiar que, hasta el advenimiento del Covid19, resultaba de una fragilidad lógica y en concordancia con los tiempos que viviamos.

En esta convivencia cuarentenal, fueron planteados diversos escenarios en un mismo grupo familiar. Ya no son los 15 o 20 días de convivencia full con los integrantes del grupo familiar, ahora requiere de convivir con las dinámicas de cada uno de ellos en las 24 horas; sumando a ello, las preocupaciones lógicas que trae un aislamiento social y laboral; los temores y angustias que aparecen a medida que pasan los días, las semanas y en nuestro país los meses.
Estas situaciones planteadas tanto en lo individual como familiar, laboral y social impactan en cada miembro del grupo familiar. Y cada uno lo gestionará de modo diferente. Adultos, niños y niñas sufren estrés por aislamiento y se suma a ello la ansiedad por aislamiento forzado o ansiedad social. No hay nada más adverso para el ser humano que la obligatoriedad a la pérdida de su libertad; aunque esta tenga una connotación vinculada a la prevención como es en este caso. Estas situaciones colocan a cada uno en camino de conocerse primero a sí mismo y la necesaria pregunta “que tengo que hacer”, “cómo debo hacerlo”.

Es entonces que el futuro ha comenzado a invadir nuestros días y con ello la incertidumbre; el desafío actual es mantener la calma, gestionar la ansiedad y adquirir habilidades para mantener el equilibrio emocional propio y colaborar en sostener a quienes comparten con nosotros nuestra vida.
Esta cuarentena hizo que el cerebro deba aprender a reconstruir cada minuto de este tiempo; aquello que no es sabido y de lo cual no se ha adquirido experiencia previa como es el caso de una pandemia y por tanto no tiene el cerebro referencias donde buscar posibles soluciones.  Este conjunto de factores que aparecen altera la percepción y la incertidumbre genera amenaza, estrés, ansiedad. El escenario de lo cotidiano ha sufrido una alteración; no hay escape; porque en muchos casos las salidas a trabajar o las actividades fuera del hogar conforman un modo normalizado de escape.  Los estados de incertidumbre nos hacen pensar o esperar en el mejor de los casos que lo que viene servirá o será para mejor; en otros casos invade la angustia y el futuro se torna como una amenaza; de aquí puede devenir la angustia, la irritación, el enojo. Es en esta instancia que nuestra salud emocional comienza a deteriorarse; las representaciones dependen de la información que el cerebro ha guardado en relación con experiencias pasadas y sus modos de resolución; pero resulta que no hay información; porque esto es nuevo. Por tanto, la ansiedad gana una parte de la batalla.

Ahora bien, hay un proceso de cambio en ciernes; ¿qué debo hacer?  ¿Resistirme al cambio o prepararme para el futuro? La resistencia implica aplicar una fuerza desmedida; como intentar remar cuando el bote está en la arena. La mejor solución para nuestra salud emocional es prepararnos para el futuro y adaptarnos al cambio. Estar preparados, entrenados emocionalmente, pero también estar preparado para fallar, y es normal, es parte de cualquier proceso. Fallar en esta travesía es algo que puede ocurrir y con ello una cascada emocional que seguramente traerá consigo más estrés y un decaer de la motivación. 

No es el fin; todo fracaso requiere revisar el proceso y cuestionar lo aprendido; entender la energía de “lo que pudo haber sido”.  Es ahí donde una adecuada gestión emocional y el aceptar lo que soy me conducirá a lo que quiero ser.

Lic. Cristina de la Vega                                                                                                        Psicoanalista – Expertice en Inteligencia Emocional Comunicación                                        MN 65887 –                                                                                  www.psicologacristinadelavega.com                   Escríbanos al mail                                                                                                            

sábado, 1 de abril de 2017

LAS AUSENCIA O PRESENCIAS HERMETICAS©

Debo partir cuando estoy a punto de pisar el escalón que me lleva a la pérdida de la dignidad. 
Lic. Cristina de la Vega MN 65887


En muchas de las consulta he oído decir: “ no me escucha; no me habla; no dice lo que siente; no puedo llegar a saber que le ocurre”.  Estamos en presencia de un sujeto que siente la ausencia del otro y dispara el reclamo.
En la ausencia el lenguaje es muchas veces demasiado, pero también al mismo tiempo es escaso; y la angustia es parte de esa escena donde todo es incógnita; donde todo es incertidumbre.  La escena que comienza, tiene por lo menos tres actos: Primer acto: la ausencia se hace visible, ahora bien no requiere de lo corpóreo, sino justamente de esa ausencia desde la presencia y cuyo principal atributo es la angustia de no saber; por tanto necesito saber y las preguntas se van acumulando sin lograr la respuesta que calme esa angustia por ausencia. El lenguaje es casi una metáfora; no puedo ver que el otro se ha encriptado, se ha introducido en lo más profundo de sus silencios; nada existe o si sólo que no es accesible para todos. Segundo acto: El enojo es parte ya de la disputa; aunque es una disputa metaforizada, nadie se atreve a romper ese pacto de casi paz que se pretende conservar; pero que nada dice de la relación y de la ausencia que sigue ahí presente, incómoda. El reproche emerge como un animal temeroso pero al mismo tiempo imposible de detener “si pudieras decir lo que te pasa” “si me entendieras” si me escucharas”; “si fueras…”. Tercer acto: la angustia es casi imposible de manejar, no se puede evitar el propio túnel, y la propia oscuridad; aquella que rememora la angustia del abandono. Ese primer abandono que hizo de nuestra vida una búsqueda permanente del objeto ausente. Se rememora la escena una y otra vez en nuestro interior. Es la angustia de la espera, de aquella otra espera la cual hemos rememorado tantas otras veces en tantos otras situaciones; algo del orden del placer morboso por llegar a ningún lado.

La espera es la escena que repetimos incansablemente, en las zonas más oscuras, en las áreas más simple de la vida y por eso es ausencia al mismo tiempo. Ya deberíamos estar acostumbrados, sin embargo ansiedad y angustia suelen ser partenaires imposibles de soslayar. La pregunta que se nos impone es sobre que relación estamos hablando?. Si el otro no posee lo que yo sostengo y ciegamente creo que posee; si en una disputa en cuanto a lenguaje no se pone en juego otra cosa más que el status de la relación con el otro; entonces que ausencia es la que vengo a reclamar?
                En una separación la ausencia provoca un desmonoramiento, porque ha sido el otro quien ha partido, yo me quedo aquí a convivir con la escena angustiosa de la espera, espera de saber, espera de no saber. Porque el otro siempre esta en perpetua partida, aun cuando no se vaya de tu lado. De eso se tratan las relaciones. La ausencia afectiva va en un solo sentido; sólo visible desde el punto de vista del que se queda, del que seguramente espera; pero la flecha siempre va hacia delante desde mi punto de vista, desde el lugar donde estoy. 

          Por tanto la ausencia de ese otro hermético, encriptado o bien introvertido; es sólo desde mi punto de vista y por tanto exigir presencia al ausente es casi como esperar el giro de la flecha. En realidad cuando exijo que el otro comunique su estado de animo o sea reclamo su presencia; estoy en realidad pensando que soy menos amado de lo que amo; menos aceptado de lo que acepto y por tanto mas dependiente emocional.

Lic. Cristina de la Vega - Todos los Derechos Reservados - Prohibida su reproducción total o parcial, protegido por Ley de Propiedad Intelectual.

domingo, 19 de marzo de 2017

Decir no, o malestar emocional

Lic. Cristina de la Vega MN 65887

¿Cuantas veces en tu trabajo, con tus relaciones, con la pareja, con la familia has podido decir No sin generar un conflicto mayor?


La exteriorización del no, suele conflictuar a una gran parte de las personas. A veces podemos preguntarnos ¿Qué pasa si digo no?, que consecuencias tendré? Entre otras tantas pregunta. En algunas ocasiones percibimos un sentimiento fuerte de culpabilidad. El no es uno de los ejercicios comunicaciones más complejos de llevar a cabo.
Sentirnos culposos por haber dicho no o bien por intentar decir no es quizás una de las sensaciones que no siempre estamos preparados para afrontar. Pero tal vez el mayor problema se presenta cuando se dice no y no se pudo sostener en el corto o largo tiempo. Y ahí vamos diciendo si, casi sin querer hacerlo generando al  final un conflicto mayor y en algunos casos hasta evitable.

El no al igual que el sí, pueden conceptuarse como elementos emocionales vitales en el proceso de  socialización del ser humano; nos constituyen en el decurso del tiempo desde nuestra infancia hasta nuestra vejez. Cuando un niño dice no ejercita su capacidad de limitar la acción del otro sobre sí; así dice que no a la comida, al baño, a salir, etc. aunque aún pueda racionalizar las consecuencias o por lo menos de evaluar la situación. Lo que hace en realidad es ejercitar su personalidad. Es también un ejercicio de individuación, el no en un niño es colaborativo para ir separándose; para transformarse en un individuo independiente. Esta etapa es muy importante en el desarrollo de la personalidad.

Es el proceso de socialización un espacio de aprendizaje  de conductas sociales que fortalecen los procesos de convivencia entre los seres humanos. Y el no como elemento vital de nuestro lenguaje, coloca los límites ahí donde se ha traspasado. Ese límite que ponemos viene a colaborar en nuestra autoestima no posiciona ante nosotros mismos en un lugar de valor, pone en juego nuestra capacidad de reconocernos seres libres y decisionales. Ahora bien, el no también es un elemento de conflictividad comunicacional y por tanto emocional. Esto debería ser claro para todos, nos sitúa en un escenario de conflicto, pues quien tenemos enfrente no siempre encuentra la forma adecuada para respetar y aceptar el no. En realidad el no para cualquier situación propone una diferencia de criterio; conceptualiza desde el individuo y deja entrever las diferencias de criterios, de pensamientos, de modos de hacer.  Poder decir no a tiempo nos aleja de una conflictividad futura, no ya con quienes interactuamos sino con nosotros mismo y para ello resulta necesario trabajar en el proceso de equilibrio emocional.

Si pensamos al ser humano como una célula en su funcionamiento podemos dar cuenta de una “membrana limitante” que separa el medio externo del interno. En el medio interno o realidad interna se podría encontrar la diferencia entre estados de felicidad y estados angustiosos, dependiendo de los contenidos de esa realidad interna. Ahora bien, esos contenidos se fueron construyendo desde nuestro estado fetal, luego nacimiento y posterior desarrollo individual. Lev Vigotsky  [1]habla de Procesos Psicológicos Superiores que se originan en la participación del sujeto en las actividades compartidas con otros; estas en su gran mayoría nos vienen impuestas por nuestro entorno social. Desde este punto de vista, muchos de nuestros conflictos relacionales tienen su raíz en la dificultad de decir no y sostener la convicción del no. Esta convicción no debería ser un acto caprichoso  o  irracional sino la resultante de haber evaluado el escenario que hace necesario ese no como limitante para lograr un estado de bienestar emocional; no solamente con quienes interactúo sino conmigo mismo.

En otros momentos el no es la resultante del miedo; de la inseguridad en nuestros recursos para afrontar el conflicto en ciernes o una errada percepción que decir no traerá consigo una crisis o conflicto. El No es una defensa contra conflictos básicos, aunque en un principio no lo parezca así.  Estos conflictos básicos pueden en muchas ocasiones provocar estados angustiosos;  represiones que conducen a un escenario no siempre fácil de compensar y que conllevan ejercer “defensas” frente a ese escenario. Si viésemos la situación desde afuera podríamos pensar que este escenario se complejiza justamente porque en algún momento del proceso del conflicto no hemos podido decir no o bien cambiamos un no acertado por un sí forzado. 

Podemos pensar  también el no sin la implicación de posición negativa cuando es utilizado como recurso de sostenimiento de los límites y de nuestra individuación, porque los hechos no siempre estarán a nuestro favor y por tanto deberemos adoptar posiciones y ello requiere comprender la importancia de cultivar las fortalezas individuales. Pensar alejando el catastrofismo como catalizador de la situación vivenciada nos habilita a pensar el no como la mejor salida a un escenario donde se pone en juego las reales posibilidades de dar cumplimiento a nuestros deseos y acompasar con el  deseos del otro. Y aquí radica la importancia del no para nosotros como individuos en relación con su entorno. El No dicho de modo adecuado, sin enojos, sin prejuicios, con la total convicción de lo que creo y pienso, es un no emocionalmente adecuado para nuestra salud mental.
 Aprender a decir no  -© Todos los derechos reservados – Prohibida su reproducción total o parcial. Buenos Aires, Abril 2016.
[1] Vigotsky Lev – Teoría Socio Histórica 

sábado, 18 de marzo de 2017

Comunicación e Inteligencia Emocional©

Lic. Cristina de la Vega MN 65887


         La idea de la comunicación nos remite a una multiplicidad de variables a tener en consideración si se desea hacer un análisis del proceso comunicacional. Ciertamente este proceso abarca diversidades como la psicología, la sociología, la historia personal de cada individuo comunicante, el modelo comunicacional aprendido, entre otros. Desde este punto de vista podemos entonces reconocer la pluralidad y fragmentación existente en el proceso donde se ponen en juego redes como lo biológico, lo social, la naturaleza, la cultura, los dispositivos tanto técnicos como discursivos, el sistema, el individuo y sus características ora como escucha o bien como comunicante. Es innegable el impacto, en quien nos escucha, de las palabras utilizadas en nuestro mensaje, y también resulta imposible comunicar sólo con palabras, utilizamos el lenguaje corporal como apoyatura y también como parte del dispositivo discursivo; ambas pueden contribuir a organizar el trabajo colectivo, a relacionarnos afectivamente y organizar nuestro sistema familiar; la comunicación irá a estructurar nuestros espacios. Y es aquí entonces donde radica su mayor riesgo si ese modelo comunicacional no es el adecuado a nuestros objetivos. 


            La correcta “administración” de las palabras y la  gestión de nuestro lenguaje corporal resultan claves a la hora de una mejor calidad de vida. Las emociones, la comunicación y las relaciones son parte de una trilogía clave para el bienestar de la persona.  No es una buena idea tipificar a las relaciones como tóxicas o no; no es una verdad concluyente. Tóxicos y neuróticos somos todos de un modo u otro. Calificar de tóxica una relación es poner en el otro la responsabilidad total del vínculo; ello nos quita del problema cuando en realidad somos parte, pues un vínculo es una construcción entre dos.


          El proceso comunicacional entre los seres humanos, no solamente es influido por lo individual sino también por lo colectivo. G. Tarde  decía que “…Sólo se pertenece a una única muchedumbre al mismo tiempo, y se puede formar parte de varios públicos a la vez…” por lo tanto la influencia ya no es unicamente la del grupo de pertenencia, sino de un sin número de grupos con los cuales interactuamos cotidianamente; y nuestro modelo de comunicación, en el mejor de los casos, tiende a ajustarse a esos cambio permanente de auditorium. Pero no siempre lo hacemos de modo eficiente y se suele perder de vista justamente al auditorium en primer lugar. Así los vínculos sociales quedan ligados a procesos de imitación y contraimitación como forma de sostenimiento. Freud propone que: “… Si un individuo aislado de la masa abandona su singularidad lo hace porque en él ya existe más la necesidad de estar de acuerdo que de oponerse..” Es aquí donde juegan el rol importante las emociones, primero las individuales y luego las grupales, entrelazadas.


            Si bien es cierta la importancia que tienen los medios de difusión en lo que se podría significar como “gestión de las opiniones”, también resulta viable pensar que si los individuos no experimentaran individualmente y grupalmente aquello que los medios difunden, ese proceso comunicacional quedaría vacío de contenido. Justamente lo que le brinda forma al contenido, es lo emocional, aquello que se pervive, se siente. El hecho de que el individuo forma parte de  varios públicos a la vez, le da formato de verdad a la información recibida, la percepción individual queda confirmada cuando al trasladarse a lo grupal esta queda refrendada como realidad. Si un empleado percibe que su empleador tiene problema en la empresa y en el dialogo con sus compañeros estos han advertido lo mismo; esa percepción se transforma en una verdad desde lo emocional, ahí aparece el miedo a la pérdida del trabajo, al futuro incierto. El miedo, emoción básica que enlaza con la supervivencia.


          E. Hall en su obra “Silent Language” analiza la dificultad de las relaciones desde lo intercultural. Hace foco en lo que llama “lenguajes silenciosos” incluyendo en ello códigos, modelos culturales, amistosos, de negociación. Todas estas variables influirán en una mayor o menor conflictividad en la comunicación. Es importante comprender que estos fenómenos que intervienen en el proceso de comunicación entre personas, involucran emociones; y que pueden ser gestionadas de modo eficiente; pueden ser alineadas al objetivo propuesto y nos proporcionarán una mejor calidad en las relaciones y mejor calidad de vida. Para ello, la herramienta indispensable es la inteligencia emocional y su aplicación en la comunicación cotidiana.

*Lic. Cristina de la Vega, Coach en Inteligencia Emocional y gestión del enojo; Licenciada en Ciencias de la Comunicación,investigadora, conferencista internacional, dicta cursos in company; servicios de coach para equipos de trabajo.

Amor y tecnología, nuevo paradigma de las relaciones©

Lic. Cristina de la Vega MN 65887





Y ahí vamos revisando el teléfono cada minuto buscando si hay amor o si hay wiffi, lo que encuentre primero. (anónimo).


Las nuevas tecnologías han acelerado los cambios en los modelos de relaciones ahora ya no es tan frecuente encontrarnos en un café, sino en una sala de chat de las múltiples redes sociales. Son los nuevos instrumentos habilitadores de las relaciones interpersonales. Por tanto aprendemos nuevos lenguajes: app; resumir en 140 caracteres y en particular interpretar los emoticones o “emojis” sus significados; que quieren decir las caritas?, o el mono tapándose los ojos?.


Un nuevo lenguaje se despliega frente a nuestros ojos. Y nos encontramos ensayando nuevas formas simbólicas para expresar aceptar o ser aceptado; o con los famosos likes; con la angustia o la ansiedad que ello trae consigo. Los cambios que trajo la tecnología van por una autopista veloz, y no tenemos el tiempo necesario para adaptar todo lo aprendido; porque en nuestro cerebro hay ya una cartografía donde iremos a buscar aquel registro que nos hacen reconocer cuando nos sentimos placenteramente bien con una u otra persona.
Este nuevo modelo relacional requiere de nuevas adaptaciones para aquellas personas que no nacieron en el mundo 2.0; todo un desafío que no es solamente relacional. Para cuando usted aprendió a usar el Facebook aparecieron cientos de nuevas aplicaciones, y la última adquisición: el snapchat que para las generaciones de 30 años para arriba casi resulta imposible. Sin embargo para los adolescentes es fabuloso pues permite una infinidad de expresiones no verbales; simbólicas, simbolizadas y por tanto naturalizadas entre ellos.


Que pregunta abre estas nuevas tecnologías? la misma de siempre; tan histórica como historizada; y tiene que ver con el otro, aproximarnos al otro. Antes de la Internet y las redes sociales nos relacionamos de un modo personalizado, salvo los amores epistolares cuyo encanto o no radicaba en escribir y leer cartas. Hoy casi hacemos lo mismo, pero de modo más virtual; tal vez por eso estamos conectados y desconectados casi como una paradoja. Este modelo que nos plantea la tecnología en materia de relaciones implica probablemente la idea de menos compromiso o un compromiso más flexible, que permite estar o no estar en contacto con el otro; mediados por unos dispositivos. Los vínculos son más cuantitativos que cualitativos pues las redes sociales han expandido cantidad en desmedro de calidad.


Superada la instancia de la primera comunicación, que generalmente resulta más aliviada a través del mensaje de texto o audio; hay algo del orden del estar parapetados detrás de un resguardo digital. Es menos difícil de superar este medio digital respecto de acercarnos a alguien de modo personal. El rechazo parece menos rechazo si es digital. La pregunta que pongo en consideración aquí es: ¿podemos conocer una persona solamente por el intercambio de comunicaciones? Hay en ello un sentirse atraído por lo que creo que es la persona que por lo que es realmente. La realidad aún no se nos ha impuesto en lo que se refiere a nuevo vínculo.
En términos de sensaciones y emociones. Qué ocurre cuando conocemos una persona?, qué pasa en nuestro cuerpo y en el cerebro? Detecta el estímulo, lo reconoce y ahí despliega una batería de sensaciones y sentimientos que se expresa y que el cerebro ha reconocido a través de ese mapa emocional construido en el decurso de nuestra vida. Las emociones juegan un rol primordial pues nos llevan a hacer o no hacer, influyen en nuestras decisiones e impactan en la memoria y aprendizaje. Hemos construido una biblioteca de emocionalidades, a las cuales vamos a buscar las respuestas a lo que nos ocurre pues necesitamos de un sistema explicativo que alivie la incertidumbre.


Cada una de las reacciones han sido influidas por los patrones de conductas familiares, sociales; aquellos modelos de relacionamiento más eficientes que hemos podido diseñar, aunque claro, esto no es consciente. Los seres humanos reaccionamos la mayor parte del tiempo de modo inconsciente, y por tanto también influidos por el contexto, a lo cual hay que sumar la digitalización de las relaciones multiplicadas los medios por los cuales comunicamos emociones.Nos conectamos con esa persona a través de algún dispositivo, de alguna app mediador entre nosotros y el placer o displacer que ello nos depare. 

Ciertamente existen relaciones que en sus inicios fueron virtuales y que luego pudieron adaptar a la no virtualidad y son exitosas. Nada está del todo dicho en materia de emocionalidad y tecnología; y mucho menos en el campo de las relaciones amorosas virtuales o no. No hay que perder de vista que el campo de virtualidad abre una nueva perspectiva en cuanto a relaciones y modos de entender los vínculos. La virtualidad de las relaciones trae ciertas ventajas, uno se encuentra menos expuesto, pues el rechazo pareciera que pierde impacto si es dicho por mensaje de texto o WhatsApp; pareciera que resulta menos culposo para alguna de las partes que si es verbalizado en un one to one. La presencia a través de la pantalla nos libera de esa culpa ancestral que se nos impone frente a la presencia de la persona.


Por tanto, hoy no es adecuado pensar como dos campos diferentes lo virtual y lo real; esa línea tan delgada ha sido disuelta a partir de la naturalización de este modelo comunicacional y relacional. Hoy es todo uno; no hay una separación entre virtual y real. Es lo que el sujeto vive; que importa si es virtual o no. Es lo que ocurre y transcurre en tanto realidad.


Amor y tecnología, nuevo paradigma de las relaciones© – Lic. Cristina de la Vega = Protegido por Derechos de Autor – Prohibida su reproducciòn total o parcial.

Aprender a decir adios©

Lic. Cristina de la Vega MN 65887  
“Cuando dos personas que no se conocían se juntan se crea algo nuevo y entonces el mundo cambia.” Julian Barnes.
Quizás lo más difícil en una relación sea decir adiós. Este paso lleva consigo una carga emocional muchas veces difícil de abordar para quien tiene que decirlo, como para quien tiene que escucharlo. Y por ello en numerosas oportunidades se apela a recursos para evitarnos este dolor. Esos recursos no siempre son los adecuados y no se evita un dolor, sino que por el contrario este se incrementa.
Cuando hablamos de decir adiós. no sólo hablamos de ruptura con una pareja sino también de todo aquello a lo cual estamos ligados y en otros casos aferrados emocionalmente; un trabajo, un grupo social; amigo; parientes. Y es aún más complejo e incomprensible decir adiós a un ser querido que ha fallecido. En todos los casos es algo que muere y hay un mundo que se divide en partes dando lugar a una tarea ardua de querer volver a unir esos pedazos.
Cómo encarar el adiós? Se puede?; cuanto tiempo nos lleva asumir que elegimos marchamos o aceptar que se vayan? Todas y cada una de estas incertidumbres aparecen en nuestra mente cuando comenzamos a transitar el camino del adiós; sin importar donde uno se haya parado en el vínculo. Para algunas culturas como la hindú, el sufrimiento no sólo tienen un sentido sino que adquieren valor positivo. En la cultura occidental no estamos preparados para comprender y aceptar el dolor que ello provoca. 
Resulta difícil de entender la muerte y cuando hablo de muerte no me refiero solamente a la muerte como final de la vida, sino cómo una metáfora del final de algo. Esa muerte viene a romper con ese tiempo materializado. Tiempo compartido con el otro, en el sentido lacaniano del otro; como concepción de lo externo; no es otro, sino un reflejo o proyección del yo. Aquello que yo construyo para que justamente el tiempo se materialice y la incertidumbre desaparezca.
Desprendernos de ese reflejo de mi yo, sería como un abandono de mí mismo y por ello cuesta tanto y resulta difícil decir adiós. En realidad lo que habría que analizar o tratar de entender es qué tipo de relaciones construimos; cuanto de nosotros mismo está puesto por una ficción en el otro. En general ocurre que una relación tiende a una demanda incondicional de presencia; el costo es también una demanda incondicional de ausencia y es justamente en la ausencia donde se evoca la carencia; aquello que creímos y fantaseamos que el otro tenía. Es de alguna manera la forma oculta de la demanda de amor. Entonces el odio no es otra cosa más que negar el ser del otro como un ser individual, único e irrepetible y no como un reflejo de mi yo.
Cuando nuestra pareja se expresa como ese ser individual y no la vemos ya como un reflejo de mi yo; es donde aparece la primera expresión de desconcierto; un alguien desconocido. En realidad el otro siempre ha sido como era, sólo que yo he querido ver en él algo de mí, pues esa imagen reflejada me otorgaba la certeza de mi propia existencia. Y entonces porque termina el vínculo? Porque quiero decir adiós?. Porque el otro expresa ahora algo que no soy yo; ahora ese pequeño otro pasa a ser alguien que no puede ser asimilado a través de la identificación y resulta difícil de comprender.
Un vínculo no termina así de un día para el otro, requirió tiempo; sólo que soltar y dejar ir es la parte más compleja de aceptar. Es necesario la toma de decisiones y como se sabe las decisiones están estrechamente vinculadas a las emociones; estas las condicionan, amoldan y modifican. Decir adiós no siempre puede estar vinculado con la despedida total del vínculo; sino que puede también ser principio de otra forma de relacionamiento; otro modelo vincular donde el ser externo de la persona que comparte conmigo pueda ser entendido como ese externo a mi y no como una proyección de mi yo.
Cuando esto puede ser internalizado así, el vínculo se transforma, madura y adquiere un status diferente donde la demanda incondicional de presencia no es motivo de conflictividad; y porque también se ha internalizado que quien tengo en frente o quien se ha marchado se ha liberado y nos ha liberados de las frágiles fidelidades que exige nuestra necesidad de certezas.
Buenos Aires, Octubre 2016. 
APRENDER A DECIR ADIOS © 2016 Protegido por Derecho de autor.  Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización de Lic. Cristina de la Vega

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